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TEATRO CINE CUAHUTEMOC

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Cine Cuauhtémoc (Juan Manuel 620, entre Contreras Medellín y González Ortega) que ahora es un estacionamiento es el único caso de arquitectura neoindigenista que existe en la urbe, asegura el arquitecto Alonso Eduardo Martínez Lizárraga, quien tiene una tesis de maestría al respecto. “Aunque hay otras fincas o edificios que tienen características con influencias prehispánicas, éstas obedecen más a criterios como el art -déco, que los ubica en una cronología de construcción posterior”. 

Martínez Lizárraga, egresado de la Maestría en Ciencias de la Arquitectura con orientación en Conservación del Patrimonio Edificado, de la Universidad de Guadalajara, explica que el estilo neoindigenista o neoprehispánico se refiere a la incorporación de elementos que evocan el pasado prehispánico de México, cuyo origen se dio cuando se restaura la república tras el periodo de intervención a mediados del siglo XIX. “Surge la necesidad de definir qué es lo mexicano. El estilo convive con otras tendencias como el neocolonial y pese a que representa a México, no logra establecerse como el estilo por excelencia”. 

El especialista señala que son dos momentos en los que se identifica el esplendor de la corriente neoindigenista: el pabellón mexicano para la Exhibición Universal de París de 1889, que se construye en las inmediaciones de la Torre Eiffel y que tiene influencia azteca, y el pabellón nacional para la Exposición Iberoamericana de Sevilla de 1929. “Hay un cúmulo de construcciones por todo México durante la segunda mitad del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX con influencia prehispánica. El teatro es el resultado de un estilo que se estaba tratando de consolidar en México como una tendencia”. 

Alonso Eduardo Martínez Lizárraga indica que en su investigación encontró que varios autores se contradicen en fechas, por lo que hizo una cronología de usos donde el primer registro es que el espacio fue el Mesón de Capuchinas en la época de la Nueva Galicia. “Era un solar o terreno en donde se le daba cabida a caballos para que ahí pernoctaran. Después fue el Teatro de las pastorelas, en donde por primera vez se le dio uso de teatro. Eran funciones dirigidas al público adulto, ya que los diálogos eran considerados picantes. A finales del siglo XIX ya era el Teatro Apolo, y aunque ya era más formal era un espacio muy austero, con un escenario precario, podemos decir que existió hasta 1908”. 

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De acuerdo a diarios de la fecha —subraya el especialista—, el teatro con el nombre de Cuauhtémoc se inauguró el 4 de mayo de 1909 probablemente por el señor Agustín Rodríguez Martínez, quien en ese entonces era el propietario, aunque hay discrepancias sobre en qué momento apareció la ornamentación de la fachada o quién fue el promotor del estilo: “Me imagino que el nuevo dueño quería ir acorde a la tendencia del nuevo siglo de revalorización de lo indígena a través de la arquitectura, aunque aquí en Guadalajara no fue muy popular esa tendencia; digamos que fue una apuesta”. 

El arquitecto dice que —al igual que otros teatros de Guadalajara— este espacio también funcionaba como cine,  y que —como los demás— también se vio desplazado primero por la creación de cines modernos y después por los multicinemas, lo que significó el inicio de su decadencia en los años ochenta: “La experiencia del cine se transformó, la gente iba a plazas y primero había mucho estacionamiento, después veías la película, salías y dabas la vuelta, y pues, ¿cómo compites con eso?”. 

Para hacerle justicia a la historia, resalta Martínez Lizárraga, el Teatro Cine Cuauhtémoc era un lugar del que se quejaban a veces por las instalaciones o porque los asistentes gritaban cosas consideradas “picantes”. “Hay testimonios que en su última etapa fue un cine prácticamente pornográfico, que fue el destino de muchos cines del Centro, era el único público que les quedaba disponible”. 
 
Ornamentación sin comparación

Para quien dedicó tres años de su vida a estudiar la ornamentación de la fachada del Teatro Cine Cuauhtémoc, hay una gran cantidad de detalles neoprehispánicos sin punto de comparación, al menos con relación a su contexto: “Los accesos son una reinterpretación de un arco maya, una serie de círculos que están a lo largo de la fachada en las culturas prehispánicas evocaban a fluidos preciosos como sangre o agua”. 

Martínez Lizárraga dice que uno de los detalles que llama más la atención son las ménsulas que detienen los balcones y que aunque se creía que eran cabezas de águila, durante la investigación descubrió que eran de caimán, sólo que habían perdido los dientes: “Las culturas maya y azteca son las que se encuentran principalmente representadas. En la planta alta se encuentran cuatro relieves, el primero es una representación del óleo ‘El descubrimiento del pulque’, de José Obregón de 1869”. 

El arquitecto destaca que alrededor de 70% del relieve del teatro tuvo como referencia al primer tomo de “México a través de los siglos”, en donde se hace una revisión del México antiguo y la conquista, el cual para ese momento era lo máximo en historiografía. “Muchos detalles permanecen pero desafortunadamente perdimos mucho de él”. 

El gran mascarón que se encuentra en la parte alta es una representación de Cuauhtémoc, el cual está protegido por instrumentos de guerra acompañados por una serie de plumas y portando un gran penacho: “Un detalle muy curioso del mascarón es que a la derecha del rostro podemos observar una estrella, la misma del Códice Durán, que trata sobre el momento en que Moctezuma vio que su gobierno iba a tener un final funesto. Casi pareciera que Cuauhtémoc observa la estrella que le vaticina un fin funesto al mismo teatro”. 

2018 GDL Va

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